Algo así ocurre con Dios. Sin darnos cuenta nos vamos alejando de su presencia en nuestros corazones y entregándonos a las seducciones de este mundo. Eso fue lo que sucedió con Judas y con otros que, con otras miras tienen sus corazones más en el mundo que en Dios. Solemos, y tenemos que tener mucho cuidado, fabricarnos nuestro singular y particular dios a nuestra manera y según nuestras apetencias. Y nos sorprende que nos presente otros planes u otro Dios diferente al que queremos nosotros.
Entonces, nos resistimos a aceptarlo y levantamos barreras para justificar nuestra resistencia. Es la actuación de Judas, que, posiblemente, esté más cerca de nosotros que lo que nos pensamos. Por eso, pidamos con humildad e insistencia que, por su Gracia y Misericordia, nos mantengamos siempre en tu presencia, Señor. Danos esa sabiduría, temple, mansedumbre y humildad para abrirnos a tu Gracia y dejarnos empapar de tu Palabra y de la caridad de tu Corazón.
Queremos perseverar y sostenernos fieles a tu Palabra. No queremos, a pesar de nuestras debilidades, de nuestras confusiones, de nuestros egoísmos, ambiciones y proyectos separarnos de Ti. Sé que podemos caer en tentación y que nuestra naturaleza, tocada por el pecado, nos puede traicionar.
Pero, Señor, sabemos de tu Amor y queremos como a Pedro, a Tomás y tantos otros nos llega tu Gracia y podamos recapacitar, tener la suficiente paciencia y madurez para soportar la tentación, superar la soberbia y, llenos de humildad postrarnos ante tu Amorosa Misericordia. Danos, Señor, esa Gracia. Amén.
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