Verdaderamente lo importante es escuchar, leer y cumplir la Palabra del Señor, pero, imprescindible es partir de una actitud humilde y reconocer que mis esfuerzos y voluntad no bastan para cumplirla. Reconocerme pecador y limitado y que la Palabra está por encima de mis posibilidades y capacidades es el punto de partida para abrirme a tu Gracia, Señor, y por la acción de tu Espíritu recibir las fuerzas necesarias para cumplirla.
Por todo ello, Señor, te pido y te digo hoy, mañana, en este momento y siempre que necesito tu Gracia para, actuando libremente y poniendo ante Ti todo lo que también de Ti he recibido, cumplir tu Voluntad según tu Palabra. Confiando en tu promesa de que pidamos, busquemos y llamemos, estoy convencido de que me escuchas y de que cumples lo que prometes y espero firmemente y con plena seguridad recibir las fuerzas necesarias para vivir el resto de mi vida en tu Palabra.
Eso sí, no sé cuándo ni cómo, porque tus proyectos, Señor, no son mis proyectos, pero confío en, por la acción del Espíritu Santo, aceptarlo, asumirlos y, pacientemente, abandonado en tus Manos, poder cumplirlo para, por tu Infinita Misericordia ser bienaventurado según tu Palabra. Gracias, Señor por darnos una Palabra que nos une, que nos hace iguales, que nos considera a todos hermanos e iguales en dignidad y que nos reune en torno a nuestro Padre del Cielo.
Gracias, Señor, por crear en torno a tu Palabra una sola familia universal que nos engloba a todos sin distinción de raza, ideologías, credos u otras diferencias. Todos bajo una misma fe y un mismo Padre. Amén.
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