También nosotros, Señor, queremos aumentar nuestra fe. Una fe que nos fortalezca y comprometa más en nuestro compromiso de bautismo; en nuestro compromiso de amor a los demás. Una fe que supere y venza nuestros egoísmos, nuestras apetencias, nuestros apegos y encienda nuestros corazones abriéndonos a la solidaridad, al servicio fiel y obediente y a la disponibilidad a la ayuda y alivio de los que sufren, carecen de lo más necesario y son excluidos socialmente.
Nuestra fe, si es fe verdadera, adulta y comprometida tiene que notarse, porque, la fe no se puede esconder. Si se tiene se ve. Se ve en tu forma de actuar, de acoger, de servir, de estar disponible y atento a las necesidades de los más pobres e indefensos. La fe se descubre en tu forma de mirar y de presentarte ante los demás. Posiblemente, sucede que nuestra fe, al menos la mía, es pequeña, muy pequeña y se nota muy poco o casi no se ve. Un cristiano no tiene que identificarse sino dejarse ver, y lo hace en la manera que trata de vivir su fe de forma natural y normal.
Un cristiano sobrenaturaliza todo lo natural que hace en su vida, porque entiende que lo hace al mismo Xto. Jesús y se siente siempre en su presencia. Pero, también naturaliza todo lo sobrenatural, porque lo hace como un servicio y como el acto más religioso de su vida. Sabe que su principal público es el Señor y todo, aunque se mueva dentro de la más absoluta intimidad sabe que Jesús, el Señor, está en su presencia.
Por todo ello, Señor, te pedimos que aumente nuestra fe. Una fe que no se esconda, que no duerma o se despierte sólo en los templos o en los actos puntuales religiosos, sino una fe que camine en el mundo entre los hombres y mujeres del mundo y que se note. Se note en mi relación con ellos; se note en mi forma de hablar y de escucharles; se note en mi forma de comprenderles y atenderles; se note en la dulzura de mis palabras y atenciones; se note en mi disponibilidad a preocuparme por sus sufrimientos o problemas. Una fe que sorprenda y que interpele por su buena conducta y amor a la gente con la que me relaciono.
Una fe, Señor, como la Tuya. Esa es la fe que quiero vivir y la que hoy te pido. Sé que tendrá que poner algo de mi parte, porque Tú ya me has dado parte de lo que necesito, pero, soy tan pobre y tan pequeño, Señor, que sin Ti y de tu Mano ando perdido y sin rumbo en la vida. ¡Aumenta mi fe, Señor! Amén.
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