La vida es un regalo. No sabemos por qué nos ha sido dada, ni, tampoco, nadie ha contado con nosotros para dárnosla. Ni, incluso, nuestros progenitores, colaboradores directos con Dios en dárnosla, nos han pedido permiso. Así que sin que nadie haya contado con nosotros hemos venido a este mundo, pero, cierto es que Alguien si ha querido y pensado en nosotros y ha decidido traernos a este mundo. ¡Y lo real es que estamos en él!
Ahora, ¿cuál debe ser nuestro camino y nuestro destino? El tiempo de nuestra vida debe enseñarnos y servirnos para descubrirlo., pero, sobre todo, para dar gracias por todo lo recibido, de forma gratuita y sin ningún merecimiento. Es posible que esa vida regalada no sea tan hermosa como nos hubiese gustado, pero de una forma u otra, esa vida nos es muy valiosa para encontrar la que realmente buscamos y para lo que fundamentalmente hemos sido creados.. Es decir, para vivir plenamente feliz eternamente.
Mirar para otro lado es ridículo y absurdo, pues sabemos el final de este camino terrenal, y, por la fe, esperamos gozar eternamente en el otro mundo. Sin embargo, para eso es necesario despertar nuestro corazón adormecido y, quizás, instalado y acomodado, en un corazón dado, generoso, disponible y misericordiosamente amoroso, agradeciendo todo lo recibido gratuitamente, de la misma manera que debemos ofrecerlo y darlo.
Sobre todo, la gran oportunidad para la que esta vida, a la que hemos nacido, nos sirve es para, dándonos en amor misericordioso, alcanzar la Verdadera, Plena y Eternamente Gozosa. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario