¡Qué poca importancia doy a veces a la oración! Dedico mucho más tiempo al trabajo, a mis aficiones, al encuentro con las personas, al estudio, a viajar… No valoro suficientemente el regalo de poder rezar. Parece que estar contigo es una obligación pesada. Dejo la oración por pereza y me cuesta mucho retomarla.
Señor, gracias de corazón por estar siempre a mi lado, dispuesto a escucharme, calmarme, animarme, guiarme… Gracias por esas personas orantes, que se dejan transformar por Ti, que transparentan tu ternura, tu paz, tu compasión, tu alegría, tu amor a cada persona y tu defensa de las más frágiles.
Quien reza no pierde su tiempo. Lo sé, pero a veces no lo vivo. La oración me permite trabajar con más gratuidad y eficacia. Concédeme fuerza para superar el activismo y la pereza, para rechazar las llamadas que me apartan de ti y de tu amor; para vivir mi relación contigo con más responsabilidad y alegría. Amén.
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