Queremos escucharte hoy con un corazón atento, con una voluntad decidida para recorrer tu camino. Tú no nos engañas, Tú hablas con claridad. Nos adviertes del peligro de construir mal nuestra vida de ofrecer al César (a cualquier ídolo) lo de Dios y a Dios lo que les corresponde a las cosas y a las personas. Sin embargo, a veces nos engañamos, nos equivocamos: te queremos contentar con unas monedas, una oración, una reunión o un compromiso; para que nos dejes tranquilos y no nos pidas más. Y damos nuestro trabajo y nuestra vida a otros "dioses": a las aficiones, a los caprichos, al placer, al dinero, a la fama, a la moda o al poder; diosecillos que nos exigen mucho y no dan nada bueno.
Para ser felices, hemos de agradecerte la vida que nos has dado y corresponder al inmenso amor con que nos cuidas. Por eso, queremos ofrecerte con amor la vida entera: el tiempo de trabajo y de diversión, el tiempo compartido con la pareja y con las amistades, el tiempo que pasamos en el barrio y en la familia. Y lo grande es que dándotelo todo, no perdemos nada, ganamos todos, nosotros mismos y cuantos nos rodean. Danos tu Espíritu para dar al César lo que es del César y a Dios, nuestro Padre, la vida entera. Amén.
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