Gracias por ser la puerta a una vida mejor, más alegre y libre, más fraterna, compartida y esperanzada.
Gracias por abrir tu puerta para mostrarnos las alegrías y los dolores de tu corazón, para compartir tu intimidad con el Padre, tu misión y tu herencia.
Gracias por ser puerta siempre abierta, para entrar y para salir. No quieres que seamos parte de tu redil a la fuerza.
Gracias por ser puerta que solo se cierra para protegernos, cuando estamos débiles, cuando cualquier cosa nos puede dañar.
Gracias por ser puerta que nos acoge, cuando estamos cansados, y puerta que nos conduce a la misión en todas las periferias donde es necesario tu consuelo. Amén.
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