Hoy, Señor, quiero empezar el día considerando el regalo que es tu presencia y tu Palabra. Por eso, dejo de lado todo lo que me distrae, para enfocarme sólo en ti y en tu Palabra. «Habla, Señor, que tu siervo escucha». También quiero aprender a hablar para hablar de ti, para que te conozcan los que todavía no te conocen. Espíritu Santo, Amor de Dios, ven a transformar mi vida. Hazme buen trabajador de tu mies.
Gracias, Señor, por seguir recorriendo los corazones de los hombres enseñándoles, curándolos, compadeciéndote de todos nosotros. Yo también quiero aprender de ti a dejarme afectar por los sufrimientos de mi prójimo. Quiero ayudarte a proclamar, con mis obras, que eres grande, todopoderoso, y que te compadeces de nosotros. Será una bonita manera de anunciar tu Reino. Amén.
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