Cada día, desde este humilde rincón, tratamos de orar y hablar contigo, Señor. Decimos que orar es hablar contigo, y al intentar hablar estamos orando. Tú nos aconsejaste que no tratáramos de buscar palabras bonitas o rebuscar frases y construcciones gramaticales que, aparte de sonar bien, fuesen bellas y hermosas. Porque de lo que se trata es de amar.
Y el amor empieza cuando estamos dispuestos a perdonar. Porque sin perdón no se puede amar. El amor traspasa la barrera de la justicia y derrama misericordia. Que no evita el castigo ni el arrepentimiento, pero que ofrece la oportunidad de renacer y renovarte por dentro y volver a ser un hombre nuevo que sea tierno, bondadoso y justo. Y eso, dicho así de forma fácil y clara, no es realizable cuando nos empeñamos en vivirlo y realizarlo desde nosotros mismos.
Por eso, Señor, hoy, mejor que nunca, te suplicamos que nos enseñes a orar. Danos tu Gracia y Sabiduría para poder entender tus Palabras, y no dejarlas en eso, en un puro intelecto, sino en interiorizarlas y hacerlas vidas de mi vida. Cumplir tu Voluntad es lo verdaderamente importante, y eso no demanda ningún tipo de cursillo, conocimiento o preparación, sino el abrirnos a tu Gracia y dejarnos empapar por ella hasta el punto de ser capaces de vivirla.
Claro está, que todo eso, e impulsado por el Espíritu, nos hará esforzarnos en prepararnos, en formarnos y fortalecernos, pero siempre desde tu Gracia y la acción del Espíritu Santo. ¡Señor, enséñanos a orar! Esa enseñanza que sale de tu Corazón Misericordioso y que nos envuelve de santidad y de sabiduría generosa que derrama verdad, justicia y misericordia.
Señor, enséñanos a orar, porque sin Ti no encontraremos el camino del perdón y del amor. Amén.