El día, en aquella época, estaba dividido en cuatro vigilias y en las cuatro debes estar preparado para no ser sorprendido. Si embargo, hay unas, entrada ya la noche y plena oscuridad, en las que estás más predispuestos a relajarte y dormirte que otras, y esas te exigen más vigilancia y sostener una actitud tensa y de permanecer atento y vigilante. De la misma forma, la vida tiene etapas que nos exigirán más preparación, más vigilancia y más fortaleza para sostenernos despiertos y preparados.
Hoy, desde está página y consciente de que unos momentos son más delicados que otros, te pedimos, Señor, que nos des fortaleza y una actitud vigilante para superar esas horas de tedio, de apatía, de debilidad y tentaciones que pueden relajarnos bajando nuestra guardia y vigilancia ante tu llegada. Danos, Señor, esa sabiduría y voluntad para mantenernos erguidos, fieles y con nuestra lámpara encendida para que cuando llegues podamos estar preparados a tu llamada.
El mundo nos amenaza con dormirnos, pues, tiene poder de seducción en nosotros. Nuestra naturaleza humana sometida al pecado es seducida por el mundo y, por nuestra debilidad, caemos adormilados en sus manos. Y quedamos fuera de juego y en peligro de ser sorprendidos con nuestra lámpara apagada. Por eso, Señor, recurrimos a Ti para que nos levantes y nos sostengas. Somos tus hijos y queremos permanecer a tu lado. Por eso, insistimos tu ayuda, tu fortaleza para rechazar todas esas seducciones con las que el mundo nos tienta.
Queremos, Señor, estar vigilantes y ser sorprendidos en el cumplimiento de tus mandatos. No queremos ser sorprendidos incumpliendo tu Palabra, sino todo lo contrario, viviendo en ella por amor y dando nuestra vida por los demás. Pero, Señor, somos débiles y necesitamos fortaleza y luz para discernir y ver lo que a cada hora tenemos que hacer. En tus Manos, Señor, tratamos de abandonarnos pacientemente y en la confianza de poder ir respondiendo a tu Amor y Misericordia. Amén.