Cuando la evidencia de la palabra nos muestra la verdad, nos resulta difícil tomar un nuevo rumbo. Sí, se hace necesario volver a nacer. Nacer a una nueva vida, con una nueva mirada, con un rumbo distinto y con una actitud de un nuevo amor.
Pero nos resistimos a ese cambio, a esa conversión, a ese cambio de rumbo y orientación en el camino del recorrido de nuestra vida. No nos sentimos con fuerzas, con voluntad, con decidida y firme elección. Y, en consecuencia, nos autoengañamos y justificamos. No aceptamos esa nueva palabra. La rechazamos.
Y si esa palabra viene de alguien conocido, paisano y criado en nuestro pueblo, el rechazo se hace más fuerte y firme. Nadie es profeta en su tierra, nos dijo Jesús, y lo experimentamos en el recorrido de nuestra vida. Así ha sido y así sigue siendo.
Por eso, hoy Señor te pido que me llenes de paciencia, de serenidad, de confianza y de fe. Yo quiero creer que Tú eres el Hijo de Dios, y creo en tu Palabra. Pero estoy sujeto a las limitaciones de mi humanidad, y soy débil y humano. Lléname de tu Gracia y empújame en el camino de mi vida. Alúmbrame en las noches oscuras y en las fuertes tempestades para que no zozobre ni decaiga.
Dame y auméntame el don de la fe para que mi vida camine en tu Voluntad y sea testigo de la Verdad con el ejemplo de la palabra y las obras.
Dame y auméntame el don de la fe para que mi vida camine en tu Voluntad y sea testigo de la Verdad con el ejemplo de la palabra y las obras.
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