Porque mi cuerpo es débil y de naturaleza caída. Sé que sin Ti, Dios mío, estoy a merced del demonio. Las tentaciones me superan cuando quiero enfrentarme desde mi propia voluntad y fuerza. Mi propia soberbia, autosuficiencia, orgullo y vanidad son los pecados que amenazan alejarme de Ti. Y solo ya no tendré fuerzas para la lucha.
Abro mi corazón a tu llamada, Dios mío, y acepto la venida y la compañía del Espíritu enviado. Me pongo en sus Manos y levanto mi mirada, cara a cara, contra el demonio sin miedos y con la confianza y esperanza de salir victorioso. Xto. y yo, mayoría aplastante.
Dame la inteligencia de agarrarme a Ti fuertemente, Espíritu Santo, y dejarme guiar por tus pasos. La lucha es dura y constante en el camino, pero recorrido contigo, mi miedo se borrará, me haré fuerte y podré vencer en la batalla.
Gracias, Padre, por tu Bondad y Misericordia.
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