De nada me vale rezar y tener una agenda de piedad bien repleta, si no deja en la bandeja la mitad de mi vida. Porque, de no ser así, todo mi obrar y sentir estará en función de cuidar mi imagen, aunque las apariencias indiquen otra cosa, y de buscar un reconocimiento, honor y gloria de mi persona. Porque, tu vida se sustentará en una falsa piedad.
Una piedad se hace verdadera cuando su oración tiene eco en mi vida, y se vacía en la bandeja del amor y la generosidad. Una piedad, muestra y transmite su verdadera cara cuando su relación con el Señor se apoya en su relación con los hermanos. Porque lo uno sin lo otro pierde todo su sentido y suena hueco y falso.
Está claro, Señor. Hoy queremos pedirte que nos cambie nuestro corazón. Te pedimos y recordamos tu promesa - Mt 7, 7 - en la que nos animabas e invitabas a pedir en tu Nombre al Padre. E insistimos que nos quite este corazón egoísta, cómodo, desinteresado, distraído, indiferente e individual, por un corazón más humano, más voluntarioso y fuerte más decidido al compromiso y a no quedarse resignado o quieto. Queremos un corazón más parecido al Tuyo. Tú nos lo has prometido y nosotros respondemos insistiendo y abandonándonos en tus Brazos.
Sabemos que todo depende de tu Gracia, pues nosotros no podemos. Pero, también sabemos, que Tú nos quieres y has enviado a tu Hijo para enseñarnos el Camino, y ayudarnos a recorrerlo según tu Voluntad. Y es eso, sólo eso, lo que queremos pedirte hoy. Volvemos a insistir, porque, cambiado el corazón, lo demás vendrá por añadidura. Amén.
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