En muchas ocasiones pensamos la forma de organizar nuestra vida sin concurso de nadie. Somos nosotros los que iniciamos y dirigimos nuestro propio camino, nuestra vida y la forma de limpiarla y enfocarla. Y, de alguna forma, nos experimentamos independiente y auto suficiente. Capaces de proyectar nuestras ideas y pensamientos.
He oído, algunas veces, a personas hablar sobre sus planes y proyectos para adecuar su vida mejor y más limpia. Y yo mismo, también, lo he hecho muchas veces. Sin embargo, dificilmente podemos, por nosotros mismos, vencer al pecado. Diría, no ya difícil, sino imposible. Podríamos soportar un tiempo, pero, a la larga, seríamos vencidos.
Necesitamos la Gracia de Dios para salir victorioso. Porque, sólo nada podemos. Nacemos heridos por el pecado original y sólo lo podemos borrar por el Bautismo, que, precisamente, proclamaba Juan, anticipándose y preparándonos para la venida del Señor, autor del verdadero y único Bautismo nacido del Espíritu. En ´Él y por su Gracia somos limpios de todo pecado y fortalecidos para la lucha de cada día con el poder del príncipe de este mundo.
Las tentaciones, que son muchas, nos asedian y seducen. Caen sobre nuestra naturaleza humana, debilitada y herida por el pecado, y sujeta a la tentación y seducción del mal. Sin la fuerza y el poder del Espíritu Santo poco podemos hacer. De ahí la necesidad de permanecer unidos a Él con la oración y los sacramentos. Sobre todos la Penitencia y la Eucaristía, donde recibiremos el alimento espiritual que nos dará la fuerza y la sabiduría para perseverar y sostenernos. La unidad y la oración hará que nuestro camino se vea fortalecido y firme.
Danos, Señor, la fortaleza y la sabiduría de, unidos y acompañados también por tu Madre, también nuestra querida Madre, la Virgen, permanecer a tu lado. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario