Nos resulta fácil distraernos y olvidarnos de la llegada del Señor. Las tentaciones son muchas y nuestra naturaleza, tocada y herida por el pecado, no nos deja ver la realidad. Sólo vemos la materialidad que tenemos delante y las cosas que nos satisfacen materialmente, y a lo demás no le damos mayor importancia. Creemos en algo, pero eso no nos implica, dicen mucho, a cambiar o pensar diferente a lo que pensamos. Y nuestras alcuzas de aceite las llenamos a nuestro gusto y según nuestros intereses.
Desde esa realidad, nuestra espera tiene muchos pecados y muchos despiste. No estamos preparados para una repentina venida y nuestro aceite no es puro. Vivimos según nos parece y ordenamos nuestras vida mirando nuestras apetencias y afanes. Es el mundo quien nos dirige y nos somete. Y, claro, posiblemente, nos cogerán con nuestras alcuzas medias vacías.
Por eso, humildemente sumisos a tu Palabra, Señor, te pedimos que nos sostengas en tu Palabra, y nos aparte de las tentaciones de este mundo que nos esclavizan y nos pierden. Chocamos con muchos de nuestros amigos y familiares que no te aceptan y no cuidan de tener sus alcuzas llenas de tu Gracia para esperarte con garantías y seguridad de poder sostener la lámpara encendida cuando Tú, Señor, llegues. Danos la sabiduría de poder soportarlos en la palabra y poder transmitirle tu Palabra, la verdadera y la que salva.
Señor, ante tanta torpeza por nuestra parte, y tanta debilidad y fracasos, optamos por callarnos, para evitar que se alejen más de nosotros y perdamos el contacto de tenerlos cerca y aprovechar cualquier oportunidad que se nos brinde. Por eso, dejamos que Tú tomes la iniciativa y seas Tú quien nos indique el momento y la oportunidad de que se abran a tu Palabra.
Es eso lo que te pedimos, y para eso, también queremos tener nuestras alcuzas llenas de aceite, para que, llegada la hora, podamos advertirles que hay que estar preparados para cuando Tú decidas venir y llamarnos.
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