Mi fe es débil, Señor, y quizás yo no hubiese tenido fuerzas para responderte. Posiblemente, me hubiese callado y marchado con mis problemas. No sé si te hubiese insistido como hizo esa mujer cananea. Y eso me sucede en mi vida. Ante la ausencia de respuestas, me callo y me retiro un poco de tu presencia. Entonces experimento que la vida se me vacía y nada es igual.
No me importa que Tú, Señor, no me respondas. Y no me importa porque sé que Tú estás siempre conmigo. Aunque yo no te vea ni te sienta. Tú estás siempre ahí, a mi lado y pendiente de mí. Yo así lo creo, y también lo experimento. Quizás mis problemas no se vayan, pero experimento fuerzas para sostenerlos y soportarlos. Quizás mis problemas, sin saberlo, sean la causa de tenerme cerca de Ti, y también de buscarte. Quizás, sin problemas, no te buscaría ni tampoco me acordaría de Ti.
Tú sabes, Señor, lo que necesito y lo que es para mi bien. Y Tú me contestarás cuando lo creas conveniente y necesario. Porque, Tú, has venido para salvarme y para enseñarme el camino de salvación. Quizás sea ese que yo ahora no quiero ver. Sin embargo, yo, como la mujer cananea, seguiré insistiendo, porque soy humano y me cuerpo me pesa y me duele. Necesito ligereza, salud y fortaleza para seguirte y proclamarte con mi vida y mi palabra. Y, Tú, Señor, me responderás cuando quieras.
Aprovecho esta página para pedirte que me aumentes la fe, y también el deseo de amar. Insisto en que fortalezca mi amor primero. Ese amor lleno de entusiasmo, de inocencia, de niñez e ilusión, que me impulsaba a correr detrás de Ti y de pedirte todo lo necesario para seguirte y no desfallecer. Como la mujer cananea, quiero pedirte Señor todo lo que sea necesario, no para tener una vida más cómoda, sino para creer con más fuerza y poder dar testimonio a todos aquellos que están cerca de mí.
Un testimonio lleno de esperanza, de sosiego, de paz y tranquilidad de aquel que se sabe en Manos de su Señor, que lo salva de la corrupción y del pecado. Amén.
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