El tiempo no cuenta. Sí, para las cosas de este mundo el tiempo es algo valioso y cuantificable, para Dios no parece tener tanta importancia. La medida del amor no se mide por horas ni por cantidades, sino por la intensidad e intenciones del corazón. De modo que un simple pensamiento bien intencionado tiene un gran valor, y otro, aunque más genial e importante, pero con malas intenciones, su valor queda devaluado.
¿Y cómo se mide el valor? Lo tenemos claro. Todos saben lo que está bien o no, y cuando hacemos cualquier cosa, como puede ser un trabajo, sabemos si lo hacemos bien, regular o mal. Y también si nos hemos aplicado con buena intención o con cierta desgana y no tanta aplicación y esfuerzo. Es decir, sabemos cuando realmente amamos o no. Y la medida de ese amor está en nuestra buena intención. Por eso, Jesús, nos habla en cierta ocasión sobre la pureza y buena intención del corazón de los niños. A ellos debemos parecernos.
Por otro lado, El Señor es infinitamente Justo y Misericordioso, y nos paga, por amor y porque su Voluntad es esa. No porque nos merezcamos nada. Así que lo que haya ajustado con cada uno de nosotros, eso estará bien y justo. Nada podemos reprocharle que a otro quiera darle lo mismo o más. Él sabrá por qué. Nosotros, simplemente, le damos gracias por su Infinita Misericordia.
Confiamos en Él y le damos gracias por todo lo que tenemos y hemos recibido. Y respondemos a su llamada de trabajo esforzándonos en hacer su Voluntad. Le pedimos que nos dé la sabiduría, la fortaleza, la voluntad y la capacidad de trabajo para empeñarnos en hacer su Voluntad y lo que Él nos mande. Le pedimos que abra nuestros corazones para que el Espíritu Santo nos asista, nos auxilie, nos asesores y nos mueva a dar frutos en la Viña del Señor.
Eso queremos, Señor, y eso te pedimos, aceptando toda la Gracia que Tú nos das, porque todo es tuyo y de tus Manos generosas lo recibimos. Amén.
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