Es posible que busquemos al Señor, pero, ¿cuáles son nuestras intenciones? Porque, puede ser que lo busquemos por algún problema que tengamos, y que elevemos nuestra mirada al Cielo cuando la enfermedad nos ataca, o cuando las dificultades nos amenazan seriamente. Entonces nos acordamos de Él. Pero solucionado estos problemas, todo queda olvidado y volvemos a nuestra rutina diaria.
La actitud de búsqueda comporta la medida de nuestra fe. Porque, seguir al Señor es para caminar detrás de Él, escuchándole, atendiéndole y esforzándonos en responderle a cada momento. Es una actitud de seguimiento abierto y sin condiciones, aunque nos cueste cumplirlas y le fallemos en cada momento. Sin embargo, nos reafirmamos en seguir y mejorar con su Gracia.
No se trata de buscarle cuando nos interesa, sino descubrir que Él es el único Camino; la única Verdad y la única Vida Eterna. Él siempre nos interesa, porque Él es nuestra esperanza de salvación. Verdad es que seguirle no va a ser fácil, porque implica muchos sufrimientos y peligros; implica muchos riesgos y amenazas y nos complica fuertemente la vida. Seguirle conlleva renuncias, olvido de ti mismo, entrega y despojos de todas tus apetencias. Es tremendamente difícil. Diría imposible para cada uno de nosotros.
Sin embargo, muchos lo han conseguido. Son los santos que ya gozan de su presencia en el Cielo. Por lo tanto, ellos nos descubren y nos dejan en evidencia si nosotros no pensamos que también, con y en el Espíritu Santo podemos lograrlo. Para eso ha venido en nuestro Bautismo el Espíritu Santo, para acompañarnos a esa tarea de ser santos. Es lo que el Señor quiere y nos pide, pero no nos deja solos y nos da todo lo que necesitamos.
Simplemente, así de sencillo, aunque sea fuerte y duro, necesita tu y mi colaboración. Nuestro esfuerzo confiado y esperanzado de que en Él podemos y estamos llamados a ser santos. Pidámoslo con confianza y esperanza, confiados en su Misericordia y Amor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario