Mientras no me considere pecador no buscaré donde limpiar mis pecados. O dicho de otra forma, mientras no reconozca que mi situación me lleva a la destrucción y perdición, no buscaré la salvación. Supongo que, no sólo Mateo, sino todos los demás reconocieron su situación de pecado, y, por supuesto, buscaron una solución de salir de esa situación.
Cualquiera ha podido experimentar que el desamor no genera paz ni sosiego. Es más, inocula remordimiento e intranquilidad. Llena tu vida de inseguridad y de tristeza. Buscas reconciliarte y amar. Experimentas que el hombre necesita ser amado y amar. Porque es el amor lo que te mueve a darte, a servir, a dar sentido a tu vida y a mover todos tus resortes por vivir y amar.
Es el amor el que forma la familia y se proyecta en los hijos. Unos esposos necesitan proyectar su amor en sus hijos, porque en ellos mismos se agota. Necesitan amarse para amar y darse a los hijos, y a la familia y a los demás. El amor te levanta y te mueve a caminar. Por eso, mientras no estés en el camino del amor estarás impaciente y en actitud de búsqueda.
Esa situación nos descubre nuestras propias miserias, porque experimentamos que para amar necesitamos una fuerza especial y exterior que nos ayude a amar. Nuestra debilidad humana está sometida y esclavizada a las pasiones y sensualidades de este mundo, y, para liberarnos necesitamos la Gracia de Dios. Experimentado eso, seguimos al Señor y le pedimos que nos ayude a liberarnos de todo aquello que nos aprisiona y nos somete.
Te pedimos, Señor, que nos des un corazón humilde y misericordioso, para, reconociéndonos pecadores, pobres e indefensos, podamos, como Mateo, escuchar tu voz y seguir tus pasos, y compartir toda nuestros esfuerzos con una verdadera actitud misericordiosa con todos aquellos que caminan con nosotros en busca de la verdad, libertad y vida. Amén.
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