Me pregunto sobre la pesca milagrosa. ¿Por qué el Señor la hizo? El Evangelio de hoy nos describe como ocurrió: Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes».
En este momento no encuentro otra razón que la de descubrirnos su identidad Divina, y su Poder sobrenatural. Es decir, mostrarnos que es el Hijo de Dios Vivo enviado a liberarnos de la esclavitud del pecado. Porque, al Señor le sobran momentos y poder para hacer lo que le plazca y de la forma que le plazca. Él no quiere presentarse como un Rey todopoderoso. Eligió a una joven sencilla y humilde como madre y eligió un pesebre a las afuera de Belén.
Por lo tanto, actúa en el momento oportuno para abrirnos los ojos. Y los de Pedro y de sus compañeros se abrieron: Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
También lo ha hace con todos nosotros. Quizás no estamos lo suficiente atentos para darnos cuenta. Pidamos esa Gracia y esa actitud, la de estar atentos y abiertos a su Palabra. Danos, Señor, esa fuerza y voluntad para enamorarnos de Ti, de tu Palabra, de tu Poder y Fortaleza, y, sobre todo, de tu Amor y Misericordia para perdonarnos y salvarnos.
Danos, Señor, la sabiduría de saber elegir el camino. La sabiduría de dejar la barca de nuestra vida llena de peces y seguirte junto a los apóstoles y discípulos hasta descansar en tu presencia cuando nuestro camino llegue a su fin. Amén.
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