Nada podré hacer sin Ti, Señor. Quiero ser bienaventurado, pero para ello necesito despojarme de toda atadura materia e inmaterial. Quiero abrazar la pobreza, pero una pobreza de saber despojarme de todo aquello que me impide amar. Quiero empaparme de humildad, una humildad que me ayude a renunciar a todo aquello que me hace rico y me ata a las cosas de este mundo.
Por eso, Señor, consciente de mis limitaciones y de mi humanidad herida y tocada por el pecado, quiero suplicarte que conviertas mi corazón endurecido y materializado por el egoísmo de mi corazón. Un corazón que busca el placer, la comodidad, el gozo de la vida que trae el poder y las riquezas y que me lleva a la individualidad e indiferencia hacia los demás.
Quiero pedirte que inundes mi vida de paz, de serenidad y de capacidad de discernimiento, para saber y ver claramente donde está lo bueno, la verdad, la justicia y el bien, y no contemplarlo como un deseo, sino pasar a la acción y trabajar en la medida de mis posibilidades. Dame, Señor, la virtud de descubrir el gozo de amar y de darme, por amor, al bien de los demás.
Pero, también Señor, dame sabiduría para saber, no sólo descubrir y diferenciar el bien del mal, sino de apartarme de todo aquello que me pueda ocultar tu Amor y tu Verdad. Ayúdanos a todos y no dejes que la vida fácil y cómoda nos pueda, y perdamos la oportunidad de ser señalados bienaventurados por Ti, Señor. Danos esa fortaleza para estar siempre dispuestos a seguirte despojándonos de todo aquello que nos entorpece y nos desorienta de tu camino.
Por eso, Señor, te suplico e insisto que nos des la Gracia de abrirnos a tu llamada y a tus mandatos, y de esforzarnos en ser esos bienaventurados que Tú nos señalas viviendo en tu Palabra. Porque, sólo Tú, Señor, puedes convertir nuestros corazones egoístas y corazones bienaventurados. Amén.
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