Hay trabajo para todos, y no hay día ni hora, se premia la disponibilidad y la entrega de hacer bien el trabajo. Un trabajo que lo puedes hacer desde tu propio ambiente, desde tu casa, desde tu tiempo de ocio, desde tu propio trabajo. Pero, también desde y en tu parroquia, en tu comunidad y, sobre todo, con la ayuda del Espíritu Santo. Porque sin Él estamos perdidos.
Todos son bienvenidos y también bien pagados. Tanto los llegados a una hora como los últimos. El premio es gozo eterno y eso se gana no con el tiempo, sino con el corazón. Un corazón convertido, entregado, suave, bueno y misericordioso. Un corazón forjado en la Gracia del Espíritu Santo y trabajado con el esfuerzo de cada día en la Viña del Señor.
¡Señor, danos esa fuerza para perseverar y para estar atentos a tu llamada! No queremos permanecer ociosos y pasivos, ni tampoco pensar en nosotros mismos. Queremos estar disponibles para servir en la Viña de tu Reino. Queremos contribuir a hacer un mundo mejor desde nuestro esfuerzo personal, con nuestro testimonio de cada día, con nuestro bien obrar y empeño por hacer las cosas lo mejor que podemos y sabemos. ¡Señor, necesitamos tu Gracia, para que nuestro trabajo, asistido por la Gracia del Espíritu Santo, ayude a mejorar la vida de los que lo necesitan.
Hoy, te pedimos, Señor, que nos infunda ese don del trabajo y del servicio. De forma gratuita y por amor. Queremos transmitir tu mensaje de amor con nuestra honestidad, con nuestra disponibilidad, con nuestra actitud generosa y entregada a ayudar y servir. Somos consciente que es fácil decirlo, pero muy difícil realizarlo. Estar atento y disponible no es cosa fácil. Se necesita desprendimiento y renuncia a nuestros propios egoísmos, apetencias y apegos.
Por eso, Señor, también consciente de que contigo podemos lograrlo, aprovechamos este rincón de oración para pedírtelo. Danos, Señor, la Gracia de ser buenos trabajadores en tu Viña. Amén.
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