Un testimonio es válido cuando está refrendado por varios testigos, al menos tres. Y testigos que demuestren la verdad de lo afirmado. Sabemos que el propio testimonio no es admitido como tal. Jesús, habla del testimonio de Juan, declarado en el Jordán, no buscado como testimonio, sino con la intención de que les ayude a comprender.
Pero, sí tiene el testimonio del Padre, que le proclama su Hijo predilecto y nos manda que le escuchemos y hagamos lo que Él nos dice. Sus obras son las obras del Padre, las que le ha mandado a hacer. Él y el Padre son uno y si el Padre resucita a los muertos, así también Jesús da la Vida a los que quiere. Sus obras dan testimonio de que es el Hijo de Dios. Obras que realizo y que dan testimonio que el Padre me ha enviado.
Y el otro testimonio son las Escrituras, que los judíos interpretaban de acuerdo con sus intereses. ¿No sigue ocurriendo lo mismo hoy? A veces tratamos de darle vuelta a la Escritura poniendo nuestra interpretación para suavizar más nuestras culpas, en lugar de aceptar nuestra pobreza, nuestra debilidad y nuestro pecado. Y descansar en el Señor, que nos aliviará y nos convertirá.
Y es que levantamos barrera que nos impiden ver. Primero, nos falta el amor a Dios. No le conocemos ni nos relacionamos con Él intensamente. No le ponemos en el centro de nuestra vida. No nos abandonamos en sus Manos y confiamos en El. Luego, ¿cómo va a nacer el amor en nuestro corazón hacia Él? Fijémonos en las personas que dan testimonio de ese amor con Él y observemos el tiempo que dedican a estar en su presencia. María, la hermana de Marta, había escogido la mejor parte.
Otra barrera se encuentra en la ausencia de nuestra recta intención. Somos mal intencionados y damos rienda suelta a nuestra maledicencia y murmuración buscando sólo la gloria humana. Nos interesa lo de aquí abajo y cuando eso se manifiesta ocurren cosas como las que estamos viendo en este mundo, que nos ha tocado vivir. Y luego, nos preparamos las Escrituras a nuestra manera, tal y como hemos comentado.
Ante todas estas barreras, te pedimos, Señor, que nos ilumines, nos quite la venda que sostienen a nuestros ojos en las tinieblas y nos muevas a conversión. Una conversión más profunda, más cuaresmal y más cercana a Ti, para que cada día crezca más nuestro amor, nuestra entrega y nuestra buena actitud. Amén.
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