Podemos hacernos muchas preguntas y tratar de darnos respuestas, pero, detrás de todas las preguntas que nos hagamos, ¿dónde buscamos las respuestas? Porque, por nuestra condición humana tendemos irnos al mundo y en él buscar nuestros interrogantes. Un mundo donde esperamos ser feliz, pero, ¿y qué más? Porque, también queremos ser eternos. Una felicidad temporal no nos satisface plenamente.
La experiencia nos descubre que el mundo no es la solución. Es caduco e imperfecto. Está lleno de mentiras y espejismos. Todo está apoyado en el querer más y en la ambición. Eso genera envidia, odio, venganza, rencor, violencia, injusticias y muertes. Y no es que lo supongamos, sino que es lo que vemos. Ante esta realidad las Palabras de Jesús llenan de esperanza y de luz nuestras vidas:
«Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto. Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde»
Podremos seguirle más tarde, como dice a Pedro. Esa sí es la respuesta que buscamos, y está en el mundo, pero en un mundo donde la presencia del Señor vive en nuestros corazones. Porque, ese es camino que tenemos que recorrer, un camino de justicia, de paz y de amor entre los hombres, para construir hasta esa segunda venida del Señor un mundo mejor tal y como Él nos pide.
Por lo tanto, pidamos esa Gracia al Señor y que esa llama de esperanza, en el regreso de su segunda venida, sea la luz que ilumine nuestras vidas y nos llene de esperanza el camino que tenemos que recorrer. Con, en y por Él todo será más ligero y llevadero, porque Él alivia nuestra carga. Amén.
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