Enséñame, Señor, a darme con abundancia y desmesura y a olvidarme de mí. Es verdad y cierto que soy humano y también siento hambre y frío y busco seguridades, pero, también, me duele que otros , que sienten como yo, sufran esas inclemencias.
También, es verdad, que muchos las sufren por sus propios egoísmos, rebeldía y desobediencia. Y no nos parece bien soportarles y mantenerles sus caprichos y apetencias. Se muestran indomables y amigos de sus vicios y libertinajes. No son dóciles a estructurar sus vidas y guardar una necesaria disciplina. Viven a su libre albedrío desordenado y sin normas.
No sé, Señor, si realmente eso es así o son justificaciones mías para evadirme del problema. Eso me inquieta y, Tú lo sabes, Señor, que yo quiero responder y hacer tu Voluntad. Por eso, Señor, quiero encontrar respuestas, aunque me temo que la única manera de averiguarlo es actuando y arriesgándome, a expensa de equivocarme. Posiblemente, será cuando el Espíritu Santo actúe y auxilie mi acción.
De cualquier forma, yo, Señor, te lo seguiré pidiendo y aguardando pacientemente tu respuesta al mismo tiempo que iré intentando siguiendo las señales que creo Tú me indicas. A tu acción, Espíritu Santo, abro mi corazón. Amén.
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