Señor, llena mi corazón de buenas intenciones e inúndalo de misericordia, porque, de nada me vale ayudar, servir y hasta amar si ese amor no salta y nace en lo más profundo de mi corazón. Haz que de mi corazón brote la buena intención de servir, de ayudar y de darme gratuitamente a los demás.
Haz, Señor, que sea consciente de que en la medida que me dé y perdone descubra que me parezco a Ti y me hago reflejo de tu Amor aquí en la tierra, de un Amor que da y perdona sobreabundantemente. Gracias, Señor, por tener presente esa actitud y estilo de vida que Tú me regalas y das a conocer y me transmites. Gracias, Señor, por revelarme que Tú no eres norma, ni precepto, sino amor y misericordia, y que de nada sirve mi vida si mis actos y obras no nacen del amor que se gesta en lo más profundo de mi corazón.
Dame, Señor, un corazón pobre, capaz de experimentar que con las riquezas mi alma peligra y experimenta la tentación de olvidarse de Ti y de endurecer mi corazón haciéndolo incapaz de perdonar y de darse. Jesús llama felices y dichosos a aquellos que son capaces de esforzarse en perdonar y en ser misericordiosos setenta veces siete, como dijo a Pedro - Mt 18,22 - y su Palabra es veraz y siempre se cumple.
Por lo tanto, Señor, me fío de tu Palabra y abro mi corazón para que tu Espíritu, recibido en mi bautismo, me transforme y convierta mi corazón en un corazón amoroso y misericordioso. Amén.
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