Si eres capaz de detenerte un momento y tratar de pensar donde te encuentras, podrás entender que el mundo en el que vives es como una red donde, al final, quedarás atrapado en ella. Sabes que, tarde o temprano, tu vida tocará esa hora final, por la que todos pasamos, y que el resultado dependerá mucho de cómo hayas vivido esa llamada de amor a la que todos somos invitados.
Porque, estamos invitados a amar y, para eso, hemos sido creados. Y nuestra experiencia así nos lo demuestra al experimentar que lo que nos hace felices es el amor. El amor de hacer las cosas bien. El amor de compartir y de sentirnos queridos y aceptados por los demás. El amor de experimentarnos útiles para los demás y de estar disponibles para servir. Y es que el amor es lo más grande que guardamos en nuestros corazones. ¿Acaso no expresas siempre ese deseo de ser bueno, justo y verdadero?
Pues bien, al final tendremos que justificar lo que hayamos hecho en ese camino de nuestra vida, y según nuestras actitudes y actuaciones, seremos echados en el cesto de los buenos o en el de los malos. No cabe duda que tú y yo vamos a tener mucho que decir en nuestra elección y resultado final. Así Dios lo ha querido. Ahora, nuestra mayor equivocación es dejar a Dios a un lado y vivir según nuestra cuenta y nuestros propios proyectos.
Dios nos ha dejado libres para elegir y escoger, pero, asistidos por el Espíritu Santo, que nos auxilia, nos regala sus dones y nos dirige en nuestro camino. Con Él, llegamos a elegir bien e ir por el buen camino. Sin Él, nos perdemos, nos alejamos de nuestro Padre Dios y caemos en el fuego eterno. Pidamos al Señor que nos dé esa sabiduría de saber elegir y de permanecer siempre humildemente en su presencia. Amén.
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