Las sagradas Escrituras celebran la belleza del Carmelo, donde el profeta Elías defendió la pureza de la fe de Israel en el Dios vivo. En el siglo XII, algunos eremitas se retiraron a aquel monte, constituyendo más tarde una Orden dedicada a la vida contemplativa, bajo el patrocinio de la Virgen María.
H I M N O
¿Quién eres tú, mujer, que, aunque rendida
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?
Pero, ¿Qué mucho, si del sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?
Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;
Para que en ti tuviesen tierra y cielo,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
al parecer, al parecer postrada,
no estás sino en los cielos ensalzada,
no estás sino en la tierra preferida?
Pero, ¿Qué mucho, si del sol vestida,
qué mucho, si de estrellas coronada,
vienes de tantas luces ilustrada,
vienes de tantos rayos guarnecida?
Cielo y tierra parece que, a primores,
se compitieron con igual desvelo,
mezcladas sus estrellas y sus flores;
Para que en ti tuviesen tierra y cielo,
con no sé qué lejanos resplandores
de flor del Sol plantada en el Carmelo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.
Laudes, nuestra Señora del Carmen.
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