Experimento dudas, momentos de flaquezas, miedos, debilidades y un largo etcétera. Pero, eso es algo connatural a nuestra naturaleza humana, y, por tanto, nada extraño y antinatural. Jesús, el Señor, conoce nuestra naturaleza. Él mismo la ha experimentado al encarnarse en ella y sabe de las tentaciones y las debilidades a la que estamos expuestos. Por tanto, no debemos desesperar ni desanimarnos, porque, lo que no podamos nosotros, lo puede y lo pone el Señor.
A eso es a lo que debe ir dirigida nuestras oraciones, a pedir todo aquello que nos hace falta y que necesitamos para sostenernos firmes en la fe a nuestro Señor. A fortalecernos y no exigir nada, porque sólo Él es el verdadero y único Signo del Amor de Padre Dios a todos nosotros. Por tanto, tengamos, primero, fe, y segundo, paciencia en saber que el Señor está con nosotros y cumple su Palabra. Él ha Resucitado y esa resurrección es el pilar y la roca de nuestra fe. Creemos en Ti, Señor.
Por eso, Señor, reconociendo nuestras dudas, debilidades y pecados, te pedimos que nos des una fe firme, fuerte, sostenida en tu presencia y apoyada en Ti primero y luego fortalecida en tu Palabra como lo hicieron aquel centurión, aquella hemorroisa, la mujer cananea y muchos otros. Gracias, Señor, porque, sabemos como Padre bueno que eres, que nos darás lo que te pedimos, pues eso nos llevará a Ti. Y eso es lo que perseguimos y queremos. Gracias Padre bueno. Amén.
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