La irrupción de Jesús en la vida pública de su tiempo marcó un tiempo nuevo. Una nueva Noticia que irrumpía en la vida del ser humano invitándole a cambiar de vida. No obstante, Juan el Bautista lo proponía al invitar a convertirse, aunque no supiese que esa conversión significaba emprender un nuevo camino que, aunque no desterraba el sacrificio y el ascetismo, si lo ajustaba a su significado e intenciones. Porque, ya Jesús nos avisaría que - Os 6, 6-7 - no quieres sacrificio sino misericordia - Mt 9, 13 -.
La aparición de Jesús empieza a ser novedosa y, por novedosa, a tener resistencia por los judíos de ser aceptada. No se entiende eso de abolir la ley del sábado, ni tampoco lo de perdonar los pecados al paralítico y, menos, lo de defender a la adultera. Sus actuaciones no son bien aceptadas y su Persona empieza a molestar a los sacerdotes que, instalados en sus tradiciones y la Torá comienzan a entender que ese personaje de Jesús les va a complicar la vida.
Mientras la Ley antigua se basaba en sacrificios, privaciones, y cumplimientos de preceptos, ignorando la situación de los más pobres, de los enfermos y excluidos, Jesús propone otra forma de actuar donde la misericordia y el amor priman y es lo más importante. Porque, la perfección de la ley es el Amor. Y es que donde se ama se cumple todo lo que hay que cumplir: el respeto al otro, sus derechos, su libertad y la oportunidad de ser tratado como a ti te gustaría que te trataran.
Esa es la propuesta de Jesús que excluye y destierra todos esos odres viejos donde se conserva el vino contaminado que corrompe y contagia con el pecado. Y es eso lo que te pedimos, Señor, vino nuevo que nos embriague de amor, de caridad y de misericordia para, como Tú, amar a los que más lo necesitan y carecen de ese amor que Tú has queridos que le demos nosotros en tu lugar y representándote a Ti. Te pedimos que nos des esa fortaleza y Gracia para poder amarlos como a Ti te gustaría. Gracias, Señor. Amén.
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