La experiencia, al menos la mía, que es la que puedo y quiero compartir, me revela que cuando vivo en la verdad y la justicia, mi corazón se siente alegre, se llena de gozo y experimenta felicidad. No una felicidad de risas y saltos, sino una felicidad de experimentar paz, gozo y sentirse alegre, bien conmigo mismo y lleno de esperanza de eternidad. Experimento como si esa paz y gozo no se va a acabar nunca, a pesar de saber que, durante este camino terrenal me quedan cruces que todavía cargar hasta el momento final que comparta la cruz de mi muerte con el Señor Jesús.
Mi experiencia es que vivir en ese contexto y en esa actitud llena toda mi vida. Y ese gozo y alegría, que arde dentro de mi corazón, a pesar de las cruces y tristezas del camino, me revelan que Jesús, como experimentó, real y verdaderamente María Magdalena al verlo Resucitado, yo también lo experimento. Porque, dentro de mi corazón, siento ese gozo y esa ansia de eternidad de la que Jesús me habla con su Palabra y me transmite con su Vida, sobre todo con su Resurrección.
Y, ¿por qué digo esto? Porque, esa proposición que me hace Jesús no la encuentro en ningún otro lugar ni por otra persona. Es una proposición única y ratificada por el mismo Jesús con su Vida y su Obra, pero, sobre todo, con su Resurrección. Pero, lo más sorprendente es que dentro de mi corazón experimento esa misma proposición que Jesús me hace. Quiero sentir gozo, alegría y felicidad eterna. No quiero ser dichoso un rato, una vida, sino Siempre.
Por eso, Señor, creo en Ti y en tu Palabra. Creo en tu Resurrección y en tu promesa de que yo también, si creo en Ti y te sigo, también resucitaré. Y ese es el mayor Tesoro al que aspiro y quiero encontrar. Por eso, desde este humilde rinconcito de oración, te pido con todas mis fuerzas que siempre te busque a Ti, Vivo y presente en mi vida, acompañándome para aliviar mi cruz y poder compartirla con la cruz de los demás. Gracias, Señor. Amén.
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