Enséñame Señor, a ser dulce y delicado en todos los acontecimientos de la vida; en los desagradables; en la inconsideración de otros; en la insinceridad de aquellos en quienes confiaba; en la falta de fidelidad y de lealtad de aquellos en quienes yo descansaba.
Deja que me ponga a un lado, para pensar en la felicidad de los otros, que oculte mis penas y mis angustias, para que sea yo el único en sufrir sus efectos.
Enséñame a aprovecharme del sufrimiento que se presente en mi camino.
Déjame que lo use de tal manera que sirva para suavizarme, no para endurecerme ni amargarme, de modo que me haga paciente, no irritable; generoso en mi perdón, no mezquino, altivo e insufrible.
Enséñame a saber que nunca alguien sea menos bueno por haber recibido mi influencia.
Que nadie sea menos puro, menos veraz, menos bondadoso, menos digno, por haber sido mi compañero de camino en nuestra jornada hacia la Vida Eterna.
En tanto voy dando saltos de un error a otro, déjame susurrar una plegaria de amor a Ti.
Por: Octavio Colmenares Vargas
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