Oh Dios, mi Dios, ¿por qué estoy tan mudo?
Desearía gritarte y gritarte una y otra vez,
pero Tú eres el innombrable e infinito.
Todos los nombres que te damos
no son tus nombres, Trinidad Infinita.
Pero tu Palabra es Jesús,
y yo grito el nombre de tu Hijo;
y vivo en el amor de su corazón,
y creo que, si Él lo quiere,
dará respuesta a mi única oración:
¡que pueda renunciar a todo
y pertenecer por entero al Señor!
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