No quiero cometer la locura de navegar sólo. No quiero darle la oportunidad al Maligno que acabe conmigo, porque adentrarme en el mar de la vida sin tu presencia y compañía, Señor, es la locura más grande de mi vida que puedo cometer en mi vida.
Quiero invitarte a mi barca, y que subas a compartir la navegación de mi vida conmigo; que me enseñes a navegar en las noches oscuras; que me enseñes a mantener el rumbo en los momentos de tempestades y confusiones; que me ayudes a mantener la calma y la serenidad cuando las olas de mi vida amenacen destruirla o ahogarla; que me enseñes a perseverar junto a la Mesa Eucarística de tu Pan, para alimentarme de tu Cuerpo y tu Sangre, y continuar remando mar adentro en tu compañía.
Quiero, y te pido, Señor, que me des la sabiduría de aprender y saber que sólo contigo puedo llegar al verdadero puerto de la salvación. Por todo eso, te pido, Señor, que te subas a mi barca y navegues conmigo.
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