Sin darme cuenta, Señor, me olvido de Ti. Cuando tomo conciencia de mi olvido descubro que Tú no estás a mi lado. No porque Tú te hayas ido, sino porque yo te he dejado. A pesar de saber que sin Ti nada puedo, prevalecen, muchas veces, mis ideas, y una y otra vez me empeño en ponerlas delante de las Tuyas.
¡Y así me va! Fracasos y fracasos. Quizás aparentemente no lo parezcan, pero no tarda en aparecer el engaño y la falsa ilusión. Porque todo lo que no nazca de Ti, Señor, es caduco y no se sostiene. Tú sostiene el mundo y si lo sueltas se cae abajo. Y yo quiero mantenerme en él con sentido y esperanza, y eso solamente me lo das Tú, Dios mío.
Por eso, hoy te digo una vez más la necesidad que tengo de Ti. No porque yo me empeñe en decírtelo, sino porque si me aparto de Ti, ¿a dónde voy, Señor? Solo Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Las cosas de este mundo son simplemente cosas. Cosas que nos alegran la vida y nos dan alegría, pero cosas. Cosas que van y vienen y en el tiempo desaparecen.
Cosas que no terminan por llenarnos, por darnos la paz que nos invade de serenidad, sosiego y alegría eterna. Solamente Tú nos das eso que todos buscamos. Pero somos pecadores, ciegos e ignorantes que llegamos a perderte por un puñado de monedas. Y no queremos, Señor. Danos la paciencia, la prudencia y la sabiduría de saber esperar y confiar. Nunca perder la confianza en el Espíritu Santo que nos acompaña y nos asiste.
¡Dios mío!, sabemos que por nosotros no podremos alcanzarte, y queremos ponernos en tus Manos para que Tu Espíritu nos alumbre el verdadero camino que nos mantenga toda nuestra vida en este mundo junto a Ti. Amén.
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