Ya no te veremos más, Señor. Supongo que eso pensarían los apóstoles una vez ascendido a los cielos, pero la presencia y acción del Espíritu Santo nos acompaña y nos mantiene en contacto. La oración es el vehículo que nos pone en relación y sostiene nuestra intimidad, Señor. Y una cosa quiero aprovechar ahora para pedirte, Señor. No dejes más tiempo mis oídos sordos a tu voz.
No me importa que no oigan las cosas del mundo, pero si me importa mucho oírte a Ti. A veces mis oraciones se convierte en un monologo, y aunque trato de escucharte, mis oídos no escuchan ni entienden nada. ¿Es qué no me hablas, Señor? ¿Es qué yo no sé escucharte, Dios mío? ¿Por qué no te oigo?
Es posible que no me interese oírte, porque aunque Tú me digas algo, yo solo tengo oídos para hacer lo que me resulta más fácil, o lo que no me crea dificultades. ¿Y para qué hablar? Sin embargo, sé que Tú, mi Señor, no eres así. Porque tu Amor no tiene límites ni se cansa nunca. Siempre insistes y me hablas. Y yo quiero escucharte, pero no logro aclararme o me propongo hacer cosas que me sobrepasan.
Dame, Señor, la Luz de tus Ojos, y como a Bartimeo y otros ciegos abre mis ojos y oídos para escuchar tu Voluntad y no la mía. Dame Señor la capacidad de ser paciente, atento y perseverante, y no desistir aunque mis oídos sigan sordos. Esperaré Señor a que Tú quieras y decidas abrírmelos y pueda escuchar tu Palabra. Amén.
1 comentario:
compartir tambien es evangelizar, es salir de nosotros mismos, es ir a las periferias, es amor!
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