Sería de tonto y hasta disparatado tratar de aparentar delante de Ti, Señor. Tú me conoces y sabes todo lo que ocurre dentro de mí, hasta los secretos más profundos de mi corazón. No hay otra alternativa sino la de descubrirse ante tu presencia. Y, aunque Tú lo sabes, yo, Señor, quiero confesar y afirmar que quiero seguirte y ser oveja de tu rebaño.
Sé que Tú me conoces. Hoy me lo dices en el Evangelio, pero yo también quiero decírtelo como prueba de mi buena fe. Me confieso débil y pecador. Sé que no cumplo con lo que Tú esperas de mí. Mis expectativas quedan muy por debajo de lo que Tú quieres de mí. Soy un pobre pecador y te pido perdón por mis pecados.
Te doy gracias por tus cuidados y por tu Amor. Nadie me quiere como lo haces Tú, porque me proteges hasta el extremo de dar la vida por mí. Y lo haces porque el Padre del Cielo te lo pide y Tú lo aceptas libre y voluntariamente. Me cuidas y te preocupas por mi vida y mi salud. Me procuras el bien y que no me falte nada. Contigo, Señor, voy seguro y nada temo. ¿Qué otro Pastor me cuida tan bien como lo haces Tú?
Nadie me ofrece la protección y salvación que Tú me ofreces. Señor, Tú eres mi Buen Pastor y estando contigo nada temo. Aunque camine por cañadas oscuras, voy seguro, porque tu vara y tu callado me protegen. No hay otro Dios como Tú.
Gracias, Dios mío, por tus cuidados y por tu interés en estar y caminar junto a mí. Eres un Dios que te comprometes y no dejas que camine sólo. Sabes de los peligros que me acechan y que necesito vigilancia y ayuda. ¿Qué Dios hace eso que no seas Tú? ¡Alabado y glorificado seas! Amén.
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