Hay etapas en tu camino que sientes desfallecer. Ese desfallecimiento viene influenciado por tus dudas acerca de los frutos o de la cosecha que tu andar y peregrinar recoge. En el fondo es más de lo mismo. Te buscas, porque eso se descubre en los efectos de tu resultados. Quieres ser un triunfador, un buen apóstol, que consigue conversiones y que sus obras atraen y convencen.
Indudablemente que eso no lo dices, y hasta quizás no lo piensas tan claramente, pero vive dentro de lo más profundo de tu corazón. Y cuando sientes desfallecer sale a la superficie y te hiere fuertemente en tu orgullo y tu egoísmo para que abandones y te retires. Total, ¿para qué? ¡Si nadie te hace caso y pasas desapercibido! Cuando hablamos de noches oscuras, estás son de esa clase, y quizás de las peores. Estás tocado y tu corazón no encuentra ningún sentido seguir hacia adelante.
Ahora, el Señor espera que tú decidas. Son las pruebas de tu fidelidad y tu amor. Supongo que aquellos hombres, pasaron por esto. Dudas y dudas, y peligros y complicaciones. El lunes pasado, una persona me comentó lo siguiente: Había salido en libertad y se encontró con el padre y una hija muertos. Cometió el error de un nuevo delito y volvió a entrar en la cárcel. Hoy sigue asistiendo a catequesis, pero confiesa que está enfadado con el Señor, y desconfía de Él. No entiende por qué le ocurrió eso cuando él consideraba que se portaba bien.
Una cosa debemos guardar con todo nuestro esfuerzo y confianza. Dios nos quiere, y ha enviado a su Hijo para rescatarnos. A pesar de lo que nos suceda, tengamos confianza en Él. Jesús fue Resucitado porque confió en el Padre. Y sufrió una muerte de Cruz. Confiemos también nosotros y resucitaremos como y con el Señor. Amén.
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