Aunque quisiera escapar a mis dudas no lo lograría. Estoy tocado y manchado por el pecado, y en mi agonía de debilidad la duda me amenaza. Sin embargo, la fe sostiene mi esperanza y fortalece mi espíritu. Jesús Vive porque lo avala el testimonio de su Iglesia, que se apoya en la Tradición y la palabra de los apóstoles, testigos directos de su Resurrección.
Jesús Vive, y en Él mi fe se acrecienta, se apoya, se fundamenta y se llena de sentido. No por esos, mis dudas, se disipan, pero el hecho de estar ahí recuerda, avivan y fortalece mi fe, porque le exigen apostar y confiar en el Señor. La duda demanda y exige fe, pues sin duda sobraría la fe. Es nuestra esperanza, pues cuando estemos en la presencia del Señor nos sobrará la fe.
Hoy queremos pedirte, Señor, que aumentes nuestra fe, y que también la sostengas con firmeza ante los peligros que el camino peregrinante nos presenta. Queremos caminar agarrados a Ti sin soltarnos, ningún momento, de tu Mano salvadora, porque sin Ti, Señor, nuestros pasos serían torpes y erróneos.
Gracias Señor por tu proximidad y tu Misericordia, y, sobre todo, por la oferta de salvación de la que somos indignos de merecer. En ti, Señor, ponemos toda nuestra confianza y esperanza. Amén.
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