A veces queremos y exigimos pruebas que están más apoyadas en la curiosidad o la desconfianza. No es que no creamos, sino que queremos creer según nuestras seguridades y apetencias. Al menos esa es mi pobre experiencia.
Aquellos fariseos están saciados de pruebas y testimonio. La vida de Jesús en su paso por la tierra bajo la naturaleza humana era fecunda en manifestarse y proclamar lo que pensaba. Había sido enviado por el Padre para proclamar la Noticia de Salvación. Y Él era fiel a la Voluntad de su Padre. ¿Que otra cosa iba a hacer? La estaba haciendo instantáneamente a cada instante, valga la redundancia, de su vida. Todos sus gestos señalaban que el hombre, por el Amor del Padre, estaba salvado.
Pero había una condición, el hombre era libre, y el Padre no quería presionar ni forzar esa libertad. Debería ser aceptada y asumida desde la libre elección como persona libre que es. Por lo tanto, tu Padre Dios cuenta con tu elección. Y eso nos lo dijo por activa y pasiva Jesús, el Mesías enviado para rescatarnos y ofrecernos, de parte del Padre, la Salvación.
Sin embargo, todavía se atrevían a pedir un nuevo signo. ¿Acaso tienen derecho a exigir? Quizás piensan que no basta con la Palabra y las obras que Jesús creyó conveniente, y en su momento, realizar en beneficio del hombre, sino las que ellos exijan y quieren ver. Un Dios que lo sometemos a nuestro caprichos y a nuestras apetencias y curiosidades, ¿realmente es un Dios? Supongo que no, y no podía ser de otra manera la respuesta de Jesús: ¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás.
Lo lógico y natural es que sea el Señor quien dirija el juego. Es Él quien nos salva y es de justicia que sea Él quien presente los signos necesarios para su revelación. Es Él quien ofrece la salvación y Él manifestará lo necesario. A nosotros nos corresponderá creerlo. Y somos libres para hacerlo.
Danos, Señor, la sabiduría y la luz necesaria para, abriéndonos a tu Palabra, aceptar tus obras como signos donde se apoye y sustente nuestra fe. Amén.
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