Cuando los compromisos que impones a tu vida nacen de tus propias relaciones y responsabilidades, descubres y experimentas que están desencarnados de tu vida, y viven en la superficialidad de tus propias apariencias. Son ellas las que mueven y motivan tus acciones y compromisos y, por supuesto, mueven tu vida quedando tus ayunos, tus sacrificios desencarnados, vacío y sin sentido.
Experimentas y descubres, si buscas la verdad y te sinceras contigo mismo, que cumples pero no amas. Te quedas en el simple cumplimiento y la norma, pero alejas el compromiso del amor. Porque sólo el amor es la única causa que justifica tu sacrificio. Sin amor todo se convierte en apariencia e interés.
El amor, el verdadero, nace de y en lo más profundo del corazón, donde también anidan malos sentimientos y malas tentaciones. El amor, el bueno, lucha para vencer al pecado, origen de los malos, y esa lucha origina ayunos y sacrificios, que injertados en el Corazón de Jesús, encuentran su profundo sentido y significado, nacido de esa correspondencia al Amor que Jesús nos revela recibido de su Padre.
Amas porque, primero, eres amado. Te das, porque primero, Jesús, se te ha dado, sin condiciones ni exigencias. Simplemente por amor. Y experimentas el gozo y la plenitud de corresponderle tal cual Él te ama.
La única vía es volcarte, aunque limitado y pobre, en el amor a los hombres como correspondencia al Amor de Dios. Y la más clara y segura forma de decirle que le amas y hacer su Voluntad. Amén.
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