No se trata de buenas palabras, pensamientos y sentencias. No se trata de normas y preceptos. Se trata de vivir, de comunicar vida, vivida en la Palabra, que alimenta y transmite esa Vida Eterna deseada y buscada. Se trata de amar, pero amar dejándote la vida.
Y, eso Señor, Dios nuestro, no lo podemos hacer ni vivir con sólo nuestras fuerzas. Necesitamos la Gracia de Espíritu de Dios y el alimento espiritual de su Cuerpo y Sangre para resistir las dificultades, tentaciones y obstáculos que se nos presentan cada día. Porque estamos tocados y vencidos por el pecado, y si tenemos posibilidad de vencer es por tu Gracia, Señor, que en tu Hijo Jesús hemos sido rescatado del pecado y redimidos por su Muerte en la Cruz para gloria de Dios Padre.
Y en su Resurrección hemos ganado la oportunidad de vencer y alcanzar la liberación por la Gracia de nuestro Señor Jesucristo. En Él recuperamos nuestra condición y dignidad de hijos de Dios, y por Él ha entrado de nuevo la Vida en nuestros corazones. Realmente, vale la pena entregar nuestra vida para que ella sea el testimonio que proclama nuestra palabra.
Gracias, Señor, por tanta Gracia, y perdona nuestros pecados e ignorancia por resistirnos a tu Amor. Danos la sabiduría, la fortaleza y la paz de sabernos conducir por tus caminos y de entregarnos, a pesar de nuestros egoísmos y apetencias, a la voluntaria renuncia por aliviar y servir el sufrimiento de los demás y de, con nuestra entrega desinteresada y voluntaria, testimoniar tu Palabra proclamándola con nuestra vida.
Señor, que nuestra vida sea siempre luz y ejemplo coherente de nuestra palabra, y que vaya ésta detrás de nuestra vida sólo para circunstancias especiales que necesiten de su luz. Amén.
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