No cabe duda que el templo es lugar de encuentro y oración. Lugar de encuentro con los hermanos en la fe, pero principalmente con el Señor. Es Jesús el verdadero protagonista. Es el Señor que se ofrece en sacrificio por y para la purificación de nuestros pecados y por nuestra salvación. Y es un lugar sagrado que debemos respetar y guardar respeto y silencio. Porque no estamos solos, y porque vamos a encontrarnos con Jesús, el Mesías, el salvador y redentor del mundo.
Es posible que no podamos evitar unas palabras de saludo y de alegría al encontrarnos con otros hermanos en la fe, pero debemos tener presente que el templo es la Casa donde, reunidos, está Jesús con nosotros. Y respetar el silencio para los demás y para lograr un espacio de recogimiento y de escucha a nuestra oración con el Señor. No podemos convertir ese espacio y lugar en un lugar, valga la redundancia, de charla, de chismorreos o de saludos. Quizás nos ocurra lo mismo que vivió Jesús en su tiempo.
Pidamos al Señor que tengamos presente esa actitud de recogimiento y de silencio. Pidamos al Espíritu Santo que nos alerte de que no estamos solos y de que hay mucha gente que va a hablar y pedirle al Señor por sus problemas e inquietudes. Pidamos que nos comportemos con respeto hacia los demás y guardemos el debido silencio. El templo es un lugar de silencio y oración.
Tomemos conciencia de que somos templo del Espíritu Santo y que en cada uno de nosotros está el Espíritu de Dios. Somos pues templos y cuando nos reunimos diríamos que formamos el gran templo de unidad que somos todos. Todos formamos la Iglesia, que es la reunión de todos los templos humanos donde vive el Señor. Por eso debemos guardar respeto y dejar que en el silencio cada uno deje escapar y derramar su oración personal con el Señor, para luego participar también en la comunitaria.
Pidamos esa Gracia y que con nuestra actitud de respeto y silencio cada día nuestros templos sean verdaderos espacios de recogimiento y de oración. Amén.
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