Por activa y por pasiva, tal y como solemos expresarnos en nuestro lenguaje coloquial, El Señor nos ha reiterado bastantes veces que no nos va a dejar solos. Se aproxima su Ascensión, pero, simplemente, para dejar paso al Paráclito, que nos va acompañar el resto de nuestro camino hasta llegar al Padre.
Jesús, el Señor, sabe de nuestras limitaciones y debilidades, y del peligro que significaría dejarnos solos y a merced del Príncipe de este mundo. Quedaríamos atrapado en sus garras y seríamos presa fácil para él. Necesitamos la presencia del Consolador, del Defensor, del Paráclito que nos acompaña y nos dirige por senderos tranquilos y sosegados y lejos de las amenazas de peligros y tentaciones.
Es verdad que no nos será fácil, pues tendremos pruebas difíciles que nos harán padecer y sufrir. Ya nos lo advirtió el Señor cuando nos descubre que el discípulo no es más que el Maestro, pero nos anima a que injertados en Él saldremos vencedores. Y hoy nos anuncia la llegada y el envío del Paráclito que nos va a acompañar y a fortalecer en esos momentos de durezas y obstáculos.
Necesitamos estar atentos y abiertos a su acción. Y le pedimos que nos dé la sabiduría y la voluntad de ser fieles a su Palabra; le pedimos que nos aumente nuestra fe; le pedimos que nos transforme nuestro corazón endurecido y calloso por el egoísmo y la soberbia, en un corazón generoso, compasivo, abierto, escuchante y misericordioso para con todos los hombres.
Le pedimos que seamos capaces de dejarnos invadir por el Paráclito que el Padre nos envía, para que también nosotros seamos capaces de llevarlo, como si de otros paráclitos se tratara, a otras personas que lo necesitan para, en Él, descubrir el Camino, la Verdad y la Vida que les pueda conducir a la Casa del Padre. Amén.
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