Creer que me das poder para hacer tus mismas obras me pone los pelos de punta. Me impresiona esas tus Palabras, porque, yo, Señor, me las creo. O, al menos quiero creerlas, aunque me fe sea incipiente, débil e indecisa, hasta el punto que dudo, como Pedro en las aguas, y me hundo. Tendré que gritarte, Señor, ¡salvame!
Aumente mi fe, Señor, pero, sobre todo dale firmeza, solidez, fortaleza y seguridad para afianzarla, para saber que viene de Ti, Señor de todo lo visible e invicible. Pero, sobre todo, danos sabiduría para saber utilizarla en beneficio de los hombres. De forma especial en los más necesitados y excluidos. Y no sólo materialmente, sino fundamentalmente espiritual.
Perdona, Señor, mi osadía y atrevimiento, e ilumina mi vida para que, apoyado en tu Amor, sepa responde a toda la autoridad que Tú has puesto en mi humilde persona. Una autoridad que empieza en la humildad y en el servicio para el bien de la humanidad. En especial a las personas más cerca y necesitadas. Señor, tómame en tus brazos y haz de mi vida y en mi vida la obra que Tú has pensado para mí. Dame la fuerza y la sabiduría de, como tu Madre María, ser obediente y fuerte para sostenerme en tu Palabra, oración y alimento. Amén.
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