Muchas veces me ocurre y pienso que mis frutos dependen de mí. Incluso, llego a pensar que soy culpable de que no se den o sean malos. Claro es que mi esfuerzo y colaboración tendrán gran importancia, pero, de nada valen mis esfuerzos si no cuento con el Señor. Porque, sólo injertado en Él daré buenos frutos.
Nuestra vida no tiene ningún sentido sin el Señor. Sin Él sería una vida como la de cualquier animal. Animal racional que se busca la vida, pero que, tendrá que morir en el mundo de su propia selva. Sin Jesús el horizonte de nuestra trascendencia se difumina y desaparece. Y sin trascendencia la vida se hace rutinaria y finita. Saber que vivimos para morir no es una buena noticia.
La buena noticia es que nacemos para vivir, y vivir en abundancia. Es decir, eternamente. Ese es nuestro destino y nuestra meta. Y saberlo es muy importante y necesario. Necesitamos saber que nacemos para vivir eternamente. Porque, sólo sabiéndolo podemos encontrar el barco y comprar el billete que nos dé la oportunidad de embarcarnos en ese camino.
Y hoy nos dice Jesús que necesitamos permanecer en Él para dar frutos. Y eso es lo que hoy queremos pedirte, Señor. Esa capacidad y voluntad para permanecer en tu Palabra y en tu Voluntad. No queremos que sean palabras que se las lleva el viento, ni tampoco actos rutinarios que siempre terminan en lo mismo. Queremos, Señor, vivir tu Palabra y hacerla vida en nuestra vida.
Señor, no dejes que los días pasen por nuestras vidas de forma rutinaria y acomodada. Infunde en nosotros ese espíritu de lucha, de fe, de fortaleza para esforzarnos en vivir lo que Tú quieres que vivamos. Aumenta nuestra fe y transforma nuestro corazón. Tomamos tu Palabra y pedimos, no cosas para nosotros, sino que nos des la fuerza, la sabiduría, el espíritu para vivir con y en tu estilo. Amén.
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