Todo se repite y ahora la duda sigue actuando en cada uno de nosotros. Nos hemos resistido a la obediencia porque hemos dudado. Hemos creído que desobedeciendo a Dios podemos ser más felices. Hemos pensado que Dios nos quita libertad cuando nos manda a guardar todo lo que nos ha enseñado. Sí, pensamos que Dios nos somete y nos impone sus mandatos. Y le rechazamos.
Es el pecado. El pecado insinuado por el Maligno, que quiere alejarnos de Dios y perdernos para Él. Es el Demonio, que nos sugiere esos pensamientos y nos confunde para que nazca la duda en nuestro corazón. Sí, nos cuesta seguir el camino que nos traza el Señor y tomamos el que pensamos nosotros.
Sin embargo, la experiencia nos descubre que por este camino no encontramos lo que buscamos, y que pronto experimentamos el sin sentido y el vacío. Caemos en la cuenta que en la Casa del Padre estamos mejor y es allí donde está precisamente la felicidad que buscamos fuera. En la parábola del Padre amoroso hijo pródigo -Lc 15, 11-32, Jesús nos descubre ese grave error nuestro.
Siempre estamos a tiempo mientras estemos en el camino. Pidamos reconocer nuestro grave error o pecado y arrepentirnos. Pidamos, y tengamos confianza en la Misericordia del Padre, que nos perdona y nos abre sus brazos para acogernos y salvarnos de la muerte del pecado. Pidamos que la fe se afirme en nuestro corazón y creamos firmemente en la Palabra del Señor, que nos dice: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra».
Pidamos la Sabiduría y la Gracia de proclamar el Evangelio y hacer discípulos a toda la gente, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
2 comentarios:
Jamás se avanza por la duda. Los que afirmen lo contrario, aún no viven de certezas. Los que venimos del existencialismo más deshumanizante sabemos lo que es. Y habiendo tenido la gran ventura de encontrarnos por el camino con el Señor, ya no dudamos: Él es nuestra Salvación integral.
Gracias por el buen alimento.
Un saludo
La caída está siempre presente. Somos hijos del fracaso, es decir, del pecado, y nos tienta y arrastra. Nos salva la Misericordia de Dios y su Gracia, y a ella recurrimos cada instante y cada paso que damos, para asida a ella sostenernos y levantarnos.
Sucedió con Adan y Eva, dudaron y creyeron que se bastaban para ser felices. También sus apóstoles y hasta Jesús clama por el abandono del Padre. También nos ocurre a nosotros, dudamos, y pecamos cuando creemos que solos podemos ser felices. Pero, por la Gracia y la Misericordia de Dios, levantamos nuestra mirada hacia Él y emprendemos el camino de regreso hacia la Casa del Padre. Por eso, siempre a su lado y unidos en común oración y asistidos por el Espíritu Santo.
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