No sólo es Jesús el amenazado, sino también todo aquel que se relaciona con Él y cree en Él. Lázaro, su buen amigo, es un signo de su obra y mucha gente acude asombrada a verlo en su casa de Betania. Lázaro representaba ahora un acontecimiento extraordinario del poder de Jesús, le había resucitado. Por lo tanto, los sumos sacerdotes decidieron también darle muerte a Lázaro, pues por él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
Esta era la situación, y continúa siendo, con diferentes matices y gravedad, hoy la misma. Mientras en unos lugares se persigue a muerte a los cristianos, en otros se les hace una guerra fría tratando de marginarlo y de excluirlos de la vida pública expulsándolos de las escuelas y centros de enseñanzas e ignorando sus propuestas de igualdad entre todos los hombres y defensa de la vida. Poco a poco se les va arrinconando y destruyendo el valor fundamental de la familia, erigiéndose el hombre como director del mundo en que vive.
La lucha consiste en darle la espalda a Dios, porque igual piensan que matándoles no les da resultado. Al calor de la corriente del mundo que propone el individualismo, el poder, la riqueza, el hedonismo, el materialismo y la satisfacción de las pasiones, el demonio hace de las suyas y amenaza peligrosamente el anuncio de la buena Noticia de salvación. Es lo que se refleja también en el Evangelio de hoy lunes. Se murmura sobre una libra de perfume de nardo puro, muy caro, que María, la hermana de Lázaro ungió en los pies de Jesús y los secó con sus cabellos.
Judas, quien lo iba a entregar, opinaba que ese dinero era mejor entregárselo a los pobres. Hoy, también son otros los que opinan sobre las cosas que se hacen en las parroquias. Siempre todo tiene un punto de crítica, pero lo importante es la buena intención del corazón. Porque, el error siempre está ahí, pero la buena intención del corazón es la que realmente manda y califica el acto. Jesús lo describe muy bien: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».
Tú, Señor, eres lo importante, y lo primero que hay que buscar. Porque, estando contigo nuestros corazones se llenaran de buenas intenciones y de actitudes de amor. Eso te pedimos, Señor, que permanezcamos siempre en tu presencia y en íntima relación contigo para no perdernos ni desviarnos por las sendas del pecado. Amén.
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Amén
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