La luz no se puede ver sino en los momentos de paz y sosiego. El silencio es el espacio donde nos encontramos con Dios y desde Él volvemos a la lucha y a la batalla de cada día. Precisamente, la oración de este mes de agosto de la Conferencia Episcopal reza por "todos los cristianos, para que con su testimonio de vida y con su palabra, anuncien el Evangelio de Jesucristo en las actividades de cada día: familia, trabajo, ocio.
Y ese testimonio de vida y anuncio de la palabra necesita oración y silencio para escuchar lo que Dios nos dice. Todos buscan al Señor porque piensa que serán curados, y hoy, también le seguimos con el mismo propósito, para que nos cure. Sin embargo, debemos darnos cuenta que Jesús, el Hijo de Dios, no ha venido para curarnos transitoriamente, sino para siempre. Ha venido a salvarnos y eso es lo que debemos buscar con fe y confianza.
Vemos signos y milagros que nos asombran y que nos descubren que realmente Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías enviado para salvarnos, pero no todos, al parecer creen. Muchos se obstinan en exigir razonamientos que ellos no pueden entender. No nos cabe en nuestra cabeza que podamos camina por las aguas; tampoco lo de la encarnación; menos lo de la Resurrección. Así será difícil creer en Jesús. El Maligno lo tiene muy fácil.
¿Es qué si ha creado la tierra y las aguas, no puede someterlas? ¿Es qué si ha creado la vida, no puede resucitarla? ¿En y cómo pensamos? ¿Acaso un niño se resiste a todo lo que le dice su padre aunque no entiende nada? ¿Y no confía plenamente en que lo que le dice es para su bien? Démosle un margen de confianza al Señor, porque lo único que nos pide es que creamos en Él. Amén.
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