No es fácil escapar a las seducciones del mundo. Estamos inmerso en él y nos puede, porque es superior a nuestra fuerzas. O dicho de otra forma, somos débiles y estamos inclinados, por nuestra naturaleza humana, a ceder a su poder de atracción. No podemos atrevernos a enfrentarnos a él nosotros solos. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para poder rechazar todas esas tentaciones y seducciones que el mundo nos presenta.
Por eso, conscientes de nuestra pequeñez, nuestras debilidades y nuestros pecados necesitamos estar muy unidos a Espíritu Santo y, puestos en sus Manos, dejarnos guiar por Él para superar todas esas tentaciones que nos amenazan por alejarnos de nuestro Padre Dios. Necesitamos, y eso pedimos, ser perseverantes y fuertes en la oración; necesitamos ser constante y asiduos al alimento espiritual del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús; necesitamos estar en contacto con la comunidad y ayudarnos mutuamente. Necesitamos no quedarnos solos.
Y eso, Señor, es lo que te pedimos desde este humilde rincón, que no perdamos el norte de nuestra vida que eres Tú y que, a pesar de la vorágine en la que estamos inmersos, sepamos guardarnos, apartarnos y resistirnos a las tentaciones que nos salen a nuestro encuentro. Danos la sabiduría de saber soportar los obstáculos y de ser pacientes y nunca desesperar.
Y, sobre todo, vivir en la humildad tratando de vernos interiormente con la buena intención de limpiar toda impureza que nos amenaza, nos inunda y nos contagia, para, limpios y purificados, ver el mundo con ojos buenos, comprensivos, humildes, pacientes, justos, con amor y con fe en Ti, Señor, Camino, Verdad y Vida. Amén.
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